Siempre dijo que lo capturó, en 1960, un grupo de voluntarios judíos. Así evitaba la controversia por la violación de la soberanía argentina. En ese año 2005 se confirmó que la operación la hizo una unidad especial del Mossad.
Nunca existieron dudas. Se sabe. El Mossad, esos implacables topos del servicio secreto israelí, fue el que se llevó de la Argentina al genocida nazi Adolf Eichmann hace 51 años. Sin embargo Israel lo reconoció oficialmente en 2005. Es un gesto clave que ahora permitirá levantar el velo que cubre los detalles ocultos de una histórica operación de espionaje encargada desde los más alto del poder israelí, que demandó dos años de trabajo y que concluyó, juicio mediante, con el ex SS alemán en una horca de Jerusalén, el 31 de mayo de 1962.
La noticia llegó en una primicia del diario israelí Maariv. Que el reconocimiento de Israel llegue casi medio siglo después de los hechos no es casual. Para muchos críticos el procesamiento de Eichmann, el hombre que orquestó la deportación de judíos de Europa hacia los campos de trabajo y exterminio nazis, guarda un defecto: el secuestro en la Argentina que lo hizo posible. El gobierno del entonces presidente Arturo Frondizi acusó "una flagrante violación" a la soberanía nacional. Muchos agregarán una "violación al derecho internacional". Y otros alegarán además un quiebre de la regla Nº 1 no escrita en la comunidad del espionaje: nunca cometer secuestros en países amigos para evitar conflictos.
De allí tal vez que el gobierno israelí prefirió repetir desde entonces que el secuestro de Eichmann fue responsabilidad de "judíos voluntarios" y no del aparato de espionaje del Estado israelí. Hubo un pedido de disculpas formal, y la Argentina, acaso porque no le convenía llamar la atención sobre su clandestina comunidad de ex jerarcas nazis en el país, optó por aceptarlas. Y el escándalo diplomático rápidamente fue olvidado ante el histórico juicio a un Eichmann encerrado en una jaula de vidrio, en Jerusalén.
La captura de este burócrata del Holocausto fue el más famoso secuestro que llevó adelante el Mossad y la hora de gloria de quien lideró esa cacería, el topo israelí, Isser Harel. Este héroe de los israelíes, el hombre que cazó al responsable operativo de la "solución final del problema judío", escribió los detalles de la operación en un relato que la censura israelí vetó hasta el día de ayer, y que ahora saldrá a la luz. Sin embargo, Harel sí pudo publicar en los 70 parte de su historia en el libro La casa de la calle Garibaldi (título también de una película sobre el secuestro), en alusión a la precaria vivienda en la que vivían los Klement, el apellido que Eichmann y su esposa eligieron desde 13 años antes para esconderse en Argentina, más precisamente en San Fernando.
En su libro escribió: "No sabía qué tipo de hombre era Eichmann. No sabía con qué afán morboso había cometido su trabajo asesino. No sabía que era capaz de ordenar la masacre de bebés, presentándose como un soldado disciplinado".
A Harel y su equipo de once topos les llevó dos años dar con —según palabras de Hannah Arendt— este fiel representante de la "banalidad del mal". Una originalmente insignificante pista de un ciego alemán fue la punta de un ovillo que se terminaría de desplegar en la calle de Garibaldi bajó un cielo tormentoso de la tarde del 11 de mayo de 1960.
Localizado en Argentina, el equipo del Mossad se trasladó a Buenos Aires para el paso final. Sabían que no podían pedir su extradición. El ex SS escaparía. Y Harel había decidido que "si Eichmann estaba vivo, llueva o truene, iba a ser atrapado". El único camino era el secuestro.
Lo vigilaron por semanas. Se aprendieron el barrio y su rutina. Y cuando el 11 de mayo de aquel año Eichmann bajó del colectivo como todos los días, los hombres del Mossad vieron que llevaba su mano al bolsillo. Temieron un arma. Tres espías le cayeron encima, lo metieron en un auto y lo llevaron a un aguantadero donde fue interrogado nueve días.
Aprovechando un vuelo de la línea aérea israelí El Al, que el 20 de mayo despegaba de Ezeiza con una delegación oficial israelí —de visita en el país por el 150º aniversario de la Revolución de Mayo—, los topos subieron a Eichmann al avión. Lo drogaron, lo durmieron y lo vistieron como miembro de la tripulación. Le adjudicaron un pasaporte falso israelí y lo hicieron pasar por un tripulante dormido y enfermo. Nadie sospechó.
Al llegar a Israel, escala previa en Brasil, Harel fue a ver inmediatamente al primer ministro israelí David Ben-Gurion y le anunció: "Le traje un regalo".
En su libro, Harel escribió que "en todo lo que tuviera que ver con los judíos, (Eichmann) era la máxima autoridad y suyas eran las manos que movieron los hilos que controlaban la caza y masacre de hombres. Era señalado como el jefe de los carniceros".
Hasta hoy, son contradictorias las opiniones acerca de quién era realmente este criminal nazi y sus motivaciones para ser una pieza clave en los planes de Adolf Hitler. El (en su defensa) argumentó en el juicio que cumplía órdenes. Arendt, que escribió una famosa crónica del proceso para The New Yorker, consideró que su motivación "no fue un odio fanático hacia los judíos sino el deseo de avanzar en una carrera que convirtió su trabajo en el de un nazi".
Sin embargo, otros escritores como David Cesarani, profesor de Historia de la Universidad de Southampton, sostienen que Eichmann, lejos de ser "un robot que recibía órdenes", era "el gerente general del mayor genocidio de la historia".
En su reciente biografía sobre Eichmann Su vida y crímenes, Cesarani cita una frase reveladora que el ex SS pronunció durante un discurso de despedida a sus colegas en Berlín, en los últimos días de la guerra. Les dijo: "Saber que tengo sobre mi conciencia a cinco millones de judíos me da una gran satisfacción".
por Alejandra Pataro en Días de Historia
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