Mis queridos amigos y amigas, hoy, 27 de enero, es un día especial en el calendario oficial de la ONU. Un día en el que se nos trata de decir, institucionalmente, que la monstruosidad y el odio que siempre ha albergado al Ser Humano se han de poner al descubierto para que situaciones como las que hoy se denuncian no vuelvan a repetirse jamás.
Está bien y es bueno que recordemos tales hechos como también es bueno que no los olvidemos, pero al hilo de esta circunstancia me surge una pregunta inmediata: ¿Solo hoy? ¿Únicamente hoy hay que recordar de lo que somos capaces de hacer contra nuestros semejantes? ¡No! No, amigos y amigas. Esto ha de ir mucho más lejos que un simple día de conmemoración.
Hoy queda patente, en nuestro recuerdo, que un 27 de enero de 1945 las tropas aliadas liberaron del horror de Auschwitz a unos pocos cientos de personas que vieron morir, cruelmente asesinadas, a sus familias y a sus semejantes con la única excusa del odio y la estulticia humana que partía de unos sujetos movidos por la insensatez y la ignominia en sus más bajos instintos, los nazis.
Sin embargo gentes como ellos, los nazis, siguen quedando. Gentes cuyo odio hacia los que no creen como ellos están decididos a aniquilar a quienes no pensemos de su misma forma. Esas gentes ya sabemos quiénes son y donde están. Están ahí y hacen todo el daño del que son capaces. Ayer en el aeropuerto de Moscú. Hoy… ¡no se sabe donde!
¿Cuántos mas Sarajevos, Sbrenicas, 11-S, 11-M han de ocurrir hasta que digamos ¡basta ya!? ¿Cuántos? ¿Hasta donde hemos de poner la otra mejilla?
Queridos amigos y amigas, mientras estas gentes sigan creyendo que nuestra única respuesta es la de poner un día en el calendario seguirán creciendo y crecerán. ¡Basta ya de cobardía y afrontemos lo que se nos viene encima!... ¡Nunca más al matadero como si de ovejas sumisas se tratara!
No lo olvidéis: Israel vive y existe!... ¡Demostrémoslo!
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