En el año 198 a JC Antíoco III Megas, rey de Siria, y su aliado con Filipo V de Macedonia, declaran la guerra al ejército egipcio de Ptolomeo V, aprovechándose de la anarquía existente en la ciudad de Alejandría, con el único objetivo de arrebatarles la región de Celesiria zona en litigio desde el 318 a JC y que provocó las conocidas como guerras sirias.
La batalla decisiva de la quinta guerra siria se libró en Panio, cerca del nacimiento del río Jordán. Antíoco III, al mando de un poderoso ejercito comandado por él mismo derrotó al general egipcio Escopas de Etolia y al ejercito egipcio, anexionando para Siria toda la región que incluía lo que hoy conocemos como Líbano e Israel a excepción de la zona de Gaza pues los romanos, por miedo a perder el grano que importaban de Egipto, advirtieron a los sirios de que se abstuviesen de invadir Egipto bajo la amenaza de iniciar una guerra contra ellos.
Antíoco acató la orden y junto a Ptolomeo firmó una paz que consistía en que el reino ptolemaico de los lágidas renunciara a sus dominios en Celesiria y también que Ptolomeo V, rey de Egipto, se casara con la hija del rey sirio, Cleopatra I, Syra.
Los lágidas, casi siempre fueron tolerantes con la cultura y la religión de los territorios por ellos conquistados incluido Judá. Sin embargo los seléucidas intentaron por la fuerza la helenización de todas sus tierras conquistadas.
Eso provocó una gran tensión entre los judíos que aceptaban el cambio (generalmente los helenistas, es decir, gran parte de la aristocracia sacerdotal de la casta de Sadoq) pues eran verdaderos admiradores de la cultura griega y partidarios de cambiar la antigua tradición judía por un sistema distinto y los ultra tradicionalistas (los hasidim o asídeos) , los “puros”, que velaban por la más absoluta observancia de la Ley de Moisés (la Torah ). La situación se fue tornando más violenta cuando los saduceos Jasón y Menelao, seguidores de la helenización del pueblo judío y sin ningún tipo de escrúpulos, son nombrados primero uno y luego el otro, Sumos Sacerdotes, con el apoyo que el rey de Siria les presta a cambio de grandísimas sumas de oro y plata.
Así pues, en un principio el conflicto fue más un enfrentamiento civil y religioso entre judíos que una guerra entre estos y los sirios. Es el partido saduceo (judíos helenizantes) el que acudió a Antíoco III el Grande, pidiéndole su protección y exigiendo que acelerase el proceso helenizador de las instituciones judías.
Años después el espíritu expansionista de Antíoco III ya conocido como Rey de Reyes, fue aplastado por los romanos en la batalla de Magnesia, (190 a JC) siendo humillado por el vencedor en el tratado paz de Apamea (188 a JC) que le obligaba a compensar con elevadísimas cantidades de oro y plata como indemnización de guerra a los romanos. Esto provocó que la necesidad de fondos por parte de los seléucidas aumentara cuantiosamente, Lo que motivó que saquearan las provincias de su inmenso reino especialmente los Templos que en aquellos tiempos ejercían las funciones de banca pública si bien los bienes estaban administrados por los sumos sacerdotes a través de sus tesoreros o prebostes.
Un año después, Antíoco moría dejando el reino a su primogénito Seléuco IV que adoptó el sobrenombre de Filopator (el que ama a su padre) el cual continuó con la esquilmación de sus provincias vasallas. En el año 176 a JC envió a su ministro Heliodoro a saquear, de nuevo, el Templo de Jerusalén. Este a su regreso asesinó al rey con la complicidad de una buena parte del ejército sirio que había sido sobornado por el propio ministro.
Antíoco IV Epífanes, regresó de Roma, donde estaba como rehén del senado romano como parte de las cláusulas del, ya mencionado, tratado de paz de Apamea (dejando en su lugar a Demetrio, su sobrino, hijo de su hermano Seléuco IV), y ascendió al poder enzarzándose en nuevas guerras con los egipcios llegando a capturar a su sobrino, hijo de su hermana Cleopatra I, el rey Ptolomeo VI pues éste reclamaba para Egipto la región de Celesiria incluyendo la Judea y su capital Jerusalén.
Para un mejor control de la ciudad los sirios construyeron cerca del templo una gran fortaleza conocida con el nombre de Akra, desde donde ejercían su supremacía militar sobre toda la ciudad.
A su regreso de la expedición sobre Egipto volvió a saquear cruelmente Jerusalén y su templo además, en esta ocasión, ordenó abolir todas las costumbres judías tanto culturales como religiosas imponiendo el culto a los dioses griegos y profanando el Templo lo que provocó la insurrección de los judíos devotos de la Ley y de la Tradición y acrecentó el espíritu nacionalista de la gran mayoría del pueblo de Israel.
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