La historia de los judios es la de la gente, la fe y la cultura judías. Esta historia abarca casi cuatro mil años y a centenares de diversas poblaciones.
Al igual que otras religiones, el judaísmo conoció distintas corrientes o cismas. La particularidad del pueblo judío, y lo que le diferencia de otros, es su distribución en el mundo y su unidad en torno a los valores culturales transmitidos por los libros religiosos (Torá, Talmud) y por las prácticas rituales (Shabat, Pésaj, Yom Kipur, Cashrut...).
El Génesis remonta el principio de la historia a tres patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, el último también conocido como Israel y del cual derivó posteriormente el nombre de la Tierra Prometida. No obstante, la primera mención es de fuentes asirias, que hablan de la victoria de Salmanasar III sobre Jehú, de la casa de Omrí, en 838 a. EC. Para Flinders Petrie, en la Estela de Merenptah se menciona por primera vez a los israelitas, ca. 1200 a. EC.
Abraham de Rembrandt |
Los judíos de todo el mundo se consideran descendientes de los antiguos israelitas o hebreos, que remontaron su linaje al patriarca Abraham. La tradición judía sostiene que el origen de los israelitas está en los doce hijos de Jacob que se trasladaron a Egipto, donde sus descendientes se dividieron en doce tribus que fueron esclavizadas durante el reinado de un faraón egipcio, identificado a menudo de forma errónea como Ramsés II. En la tradición judía, la emigración de los israelitas desde Egipto a Canaán (el éxodo) conducidos por el profeta Moisés, marca la formación de los israelitas como pueblo.
El Tanaj cuenta que después de cuarenta y un años de vagar por el desierto, los israelitas llegaron a Canaán y la conquistaron bajo el mando de Josué, que repartió la tierra entre las doce tribus. Durante un tiempo el pueblo fue regido por una serie de gobernantes llamados jueces. Saúl, de la tribu de Benjamín, fue el primer rey de Israel, seguido por David, de la tribu de Judá, quien establecería el linaje del que saldrían los demás reyes. Tras el reinado de Salomón, la nación se dividió en dos: Judá al sur, formada por las tribus de Judá y Benjamín, e Israel al norte, con las diez tribus restantes. En el siglo VIII a. EC. Salmanasar V conquistó el reino de Israel y deportó a sus habitantes, de los que se perdió constancia: se suele referir a ellos como las diez tribus perdidas.
Por su parte, el reino de Judá fue conquistado por el ejército babilónico a principios del siglo VI a. EC. La élite fue deportada a Babilonia pero parte de ella regresó a su patria conducida por los profetas Esdras y Nehemías, cuando el rey persa Artajerjes I invadió Babilonia.
A partir de esta época comenzaron las divisiones entre los israelitas, con la formación de partidos político-religiosos, como los saduceos y fariseos.
Moisés separa las aguas del Mar Rojo |
Herederos de la cultura helenística que procuraron difundir, los reyes de la dinastía gobernaron al modo de sus antecesores asirios, mesopotámicos y persas, haciéndose adorar como a dioses. Frecuentemente estuvieron en guerra con la dinastía Ptolemaica de Egipto.
Antíoco IV Epífanes inició una de las primeras persecuciones religiosas conocidas, fenómeno casi desconocido hasta entonces. A su vuelta de Egipto, organizó una expedición contra Jerusalén, destruyéndola y matando a muchos de sus habitantes. El deterioro de las relaciones con los judíos religiosos condujo a Antíoco a dictar decretos prohibiendo determinados ritos y tradiciones religiosas, por lo que los judíos ortodoxos se rebelaron bajo la dirección de los Macabeos.
A partir del siglo II a. EC. todos los escritores (Filón, Séneca, Estrabón) mencionan poblaciones judías en muchas ciudades de la cuenca del Mediterráneo.
La corriente del judaísmo influenciada por la filosofía helenística se desarrolló notablemente a partir del siglo III a. EC. entre la diáspora judía de Alejandría, culminando en la compilación de la Septuaginta. Un representante de la simbiosis entre la teología judía y el pensamiento helenístico es Filón de Alejandría.
Los Macabeos |
En el 142 a. EC. Simón Macabeo, el último hijo de Matatías, ascendió al poder. Ese mismo año Demetrio II de Siria garantizó a los judíos la independencia política completa, y Simón, sumo sacerdote y comandante de los ejércitos judíos, gobernó hasta el año 135 a. EC., cuando fue asesinado. Su hijo Juan Hircano fundó la dinastía Asmonea.
Más preocupados que sus antecesores por el poderío militar, los asmoneos establecieron un reino desde el año 134 a. EC. hasta el advenimiento del Imperio romano en Israel en el 63 a. EC. Con los asmoneos, las fronteras del reino judío llegaron a tener las dimensiones de los tiempos de David y Salomón, ya que anexionaron Samaria, Galilea e Idumea, y forzaron a los idumeos a convertirse al judaísmo.
La dinastía se desintegró como resultado de la guerra civil entre Hircano II y Aristóbulo II, hijos de Salomé Alejandra: la última de los asmoneos y la única mujer que gobernó en Israel. Las peticiones de ayuda a la República Romana trajeron como consecuencia la conquista del reino por Cneo Pompeyo Magno.
En el año 63 a. EC. Pompeyo conquistó la región, convirtiéndola en reino tributario de Roma, que repartió el reino en 5 distritos bajo la jurisdicción de un Sanedrín y nombró sumo sacerdote a Juan Hircano II. A partir de entonces, el Sumo Sacerdote fue nombrado por los romanos.
En 40 a. EC. el Senado romano nombró rey de los judíos a Herodes el Grande, concediendo una cierta autonomía, que fue casi anulada cuando Augusto unió el territorio de Israel con el de Siria, formando la Provincia de Judea bajo gobierno de un legado, Publio Sulpicio Quirino, aunque mantuvo en el trono a Herodes. La orden de Quirino de censar a la población (los censos estaban prohibidos por las leyes judías), encendió una revuelta duramente reprimida. Las relaciones entre judíos y romanos se deterioraron seriamente durante el reinado de Calígula, que ordenó colocar una estatua suya en el Templo, aunque su muerte calmó la situación.
Tras la muerte de Herodes el Grande el año 39, Claudio designó como rey de los judíos a Herodes Antipas (41-44), a Herodes de Calcis y posteriormente a Herodes Agripa II, (48-100), séptimo y último rey de la familia Herodes.
Posteriormente hubo tres rebeliones:
- En el año 66 estalló la primera Guerra Judeo-Romana, cuya causa fue la orden de Vitelio de adorar a los dioses romanos. Vespasiano y después su hijo Tito fueron enviados a sofocar la revuelta, destruyendo Jericó en 68, Jerusalén, cuyo Templo fue arrasado en el 70 y Masada en el 73. Se nombró un pretor y la X legión fue encargada de mantener el orden, quedando anulada la monarquía y encargado el Sanedrín, que fue trasladado a la ciudad de Yavne, de los aspectos religioso, político y judicial de la vida judía.
- En 115 estalló una segunda sublevación, esta vez generalizada entre los judíos de todo el oriente del Imperio, comenzando en Cirene. En el 118 el emperador Adriano prometió autorizar la reconstrucción del Templo, lo que calmó la revuelta.
- Entre 132 y 135 d. C. estalló una tercera guerra debido a las leyes de Adriano, que prohibió el Brit Milá, la celebración del Shabat y las leyes de pureza en la familia, así como por el rumor de que se iba a construir un templo en honor a Júpiter en el solar del Templo. Después de la derrota de los judíos, Adriano dictó varias normas para humillarlos y evitar nuevas sublevaciones: Jesusalén pasó a llamarse Aelia Capitolina y la provincia Syria Palaestina (Siria Palestina) en lugar de Judea. También se prohibió a los judíos vivir en Aelia Capitolina y la religión judía quedó prohibida. Los judíos permanecieron en Galilea, en los Altos del Golán, en el sur del antiguo reino de Judá y en alguna otra zona.
La destrucción de Judea y el que gran parte de la población judía fuera asesinada, esclavizada o exiliada, y la religión judía prohibida, trajo consigo que la autoridad religiosa pasara del Templo a los rabinos, que recogieron sus interpretaciones sobre el Tanaj en el Talmud: los que permanecieron en la recién creada provincia romana de Palestina lo hicieron en el Talmud de Jerusalén (Talmud Yerushalmi), y los exiliados en el Talmud de Babilonia (Talmud Bavli), que fue redactado en esa ciudad.
Los judíos fueron aceptados en el Imperio romano e incluso llegaron a ser ciudadanos, pero con la llegada del cristianismo las restricciones crecieron. Las expulsiones y persecuciones forzadas dieron lugar a cambios substanciales en los centros de la vida judía a los que las comunidades de lugares alejados seguían, aunque no se mantuvo la unidad debido a la dispersión. Hubo asentamientos en todas las provincias romanas de Oriente Medio, Europa y África.
Era política oficial el convertir a los judíos al cristianismo (catolicismo para ser exactos), y se utilizó el poder oficial de Roma en estas tentativas. En el 351 los judíos se rebelaron contra las presiones de su gobernador, Gallus. Gallus aplastó la rebelión y destruyó las principales ciudades de Galilea, donde la rebelión había comenzado. Tzippori y Lydda (sitio de dos de las academias legales principales) nunca fueron reconstruidas.
En este período el Nasi del Sanedrín, Hillel II creó un calendario oficial basado en cálculos matemáticos y astronómicos y que prescindía de las observaciones empíricas de que se valieron hasta entonces. También entonces la academia judía de Tiberius comenzó a redactar la Mishnah, bajo la dirección de Yehudah Ha-Nasi. El texto está organizado de forma que cada párrafo de Mishnah fue seguido por una compilación de todas las interpretaciones, historias y respuestas asociadas a ese Mishnah.
Los judíos de Judea recibieron un breve respiro en la persecución oficial durante el reinado del emperador Juliano, que animó a los judíos a reconstruir Jerusalén. Su breve reinado impidió la realización de esta promesa antes de que el cristianismo fuese de nuevo impuesto en el imperio. En el 398 fue consagrado Patriarca Juan Crisóstomo, que hizo una serie de sermones contra los cristianos judaizantes que construirían un clima de desconfianza y odio en los establecimientos judíos grandes, tales como los de Antioquía y Constantinopla.
En el siglo V, Teodosio I convirtió el cristianismo en religión oficial del Imperio, prohibiendo a los judíos el tener esclavos, construir sinagogas nuevas o acceder a cargos públicos. El matrimonio entre judíos y cristianos se consideraba delito capital, al igual que un cristiano se convirtiese al judaísmo. Teodosio eliminó el Sanedrín y suprimió el puesto de Nasi. Con Justiniano I las autoridades restringieron los derechos civiles de los judíos y amenazaron sus privilegios religiosos. El emperador también interfirió en los asuntos internos de la sinagoga prohibiendo, entre otras cosas, el uso de la lengua hebrea en la adoración divina.
Justiniano y sus sucesores tenían abandonada la provincia de Judea, por lo que, irónicamente, en el siglo VI se construyeron allí sinagogas nuevas con los suelos cubiertos de hermosos mosaicos. Los judíos asimilaron en sus vidas las formas de arte de la cultura bizantina, y en los mosaicos se muestran gentes, animales, menorahs, zodiacos y caracteres bíblicos. Ejemplos excelentes de estos suelos se han encontrado en Beit Alpha (que incluye la escena de Abraham sacrificando un carnero en lugar de a Isaac, junto con un zodiaco magnífico), Tiberius, Beit Shean y Tzippori.
Como consecuencia de la diáspora, un gran número de judíos se instalaron en la península arábiga, lejos del control romano que, tanto en su época pagana como en la cristiana, los perseguía. Su vida fue también inestable allí: tras la muerte de Mahoma a mediados del siglo VII fueron expulsados de la Arabia occidental.
Peor les fue cuando las cruzadas cristianas conquistaron Jerusalén en 1099, ya que fueron considerados deicidas y, en muchos casos, masacrados. No había habido un movimiento general contra los judíos por parte de los cristianos desde las conversiones forzosas del siglo VII, salvo algunas persecuciones locales, hasta que el Papa Urbano II despertó las bajas pasiones del populacho, que se movilizó contra los judíos.
El antisemitismo era evidente; así, Godofredo de Bouillón:
«...juró que él no abandonaría la Cruzada antes de vengar la sangre de Cristo (con los judíos)... de modo que allí no pudiera seguir vivo ningún resto de ellos».
Godofredo de Bouillón |
Los judíos siguieron controlando parte del comercio en Palestina y prosperaron bajo la institución del dhimmi. A pesar de ser ciudadanos de segunda, no sufrieron ninguna persecución, ya que los preceptos sobre dieta e higiene eran parecidos y, lo que no es menos importante, nunca fueron una amenaza política. Los judíos se adaptaron al mundo árabe, aprendieron el idioma y se encontraban en todos los escalones de la escala social, incluso en la corte. Culturalmente continuaron evolucionando; por ejemplo, el sistema niqud fue desarrollado en Tiberíades durante el califato.
Los judíos han vivido en Asia Menor durante más de 2400 años. La prosperidad inicial en épocas helenísticas se deterioró bajo los bizantinos, pero se recuperó bajo los varios gobiernos musulmanes. Durante el período otomano, Turquía era un asilo seguro para los judíos que huían de la persecución, y continúa teniendo una pequeña población judía hoy en día.
Cuando se libró la batalla de Yarmuk y el Levante pasó a poder otomano, había comunidades judías en muchas poblaciones. Entre ellas Safed, que se convirtió en un centro espiritual para los judíos y en donde fue compilado el Shulján Aruj y otros textos cabalísticos. El primer periódico hebreo comenzó a editarse en el Imperio en 1577.
Como en el resto de los países musulmanes, los judíos fueron bien tratados en Al-Ándalus, experimentando una Edad de Oro entre los años 900 y 1100, en el Califato de Córdoba. También eran aceptados en la corte de algunos reyes cristianos, como en la de Alfonso X.
A partir del siglo XI hubo alborotos que obligaron a los judíos a refugiarse en guetos, sobre todo en Marruecos, Libia y Argelia. Asimismo hubo varias persecuciones por parte de los musulmanes, como en Córdoba en 1011 y en Granada en 1066. Se dictaron decretos que pedían la destrucción de sinagogas en Egipto, Siria, Iraq y Yemen, y en algunos casos forzaron a los judíos a convertirse al Islam. Los almohades, que conquistaron la península Ibérica en 1172, fueron fundamentalistas que trataron mal a los dhimmis. Expulsaron a judíos y cristianos de Marruecos y de Al-Ándalus, con lo que muchos huyeron al este a tierras más tolerantes, como Maimónides.
En los reinos cristianos de la península la situación se fue deteriorando con el tiempo, hasta llegar a la expulsión de 1492. Estos expulsados son los sefarditas, y mantienen vivo el ladino, un lenguaje derivado del antiguo castellano. Los judíos que se quedaron fueron obligados a convertirse al catolicismo y fueron víctimas frecuentes de la Inquisición.
Ha habido poblaciones judías en Europa desde épocas muy tempranas, especialmente en la zona que formó parte del Imperio romano, constituidas por conversos al judaísmo, comerciantes y, más adelante, por los judíos expulsados por Adriano. Según James Carroll, los judíos constituían el 10% de la población total del Imperio romano. Según esta proporción, y si no hubieran intervenido otros factores, hoy habría 200 millones de judíos en el mundo en vez de algo más de 13 millones.
Hay registros de comunidades judías en Francia y Alemania a partir del siglo IV, y comunidades judías en España desde épocas anteriores. Generalmente, fueron perseguidos. Puesto que eran los únicos a quien les estaba permitido prestar dinero con interés, algo (prohibido a los católicos por la Iglesia), algunos judíos se convirtieron en importantes y conocidos prestamistas. Los reyes cristianos comprobaron la ventaja de tener unos súbditos que pudieran proveerles de capital para su uso sin ser excomulgados, así que el comercio de dinero en la Europa occidental recayó en manos de los judíos.
Las persecuciones fueron más intensas a partir de la Primera Cruzada y fueron seguidas por expulsiones. Los judíos expulsados de Francia (1396) y Austria (1421) huyeron a Polonia; son los askenazíes, que hablan yidis, lenguaje derivado del alemán. La mayoría de los cerca de 200.000 sefarditas se refugiaron en el Imperio otomano, Holanda y África del norte.
Países que expulsaron a los judíos de sus territorios:
País | S. XI | S. XII | S. XIII | S. XIV | S. XV | S. XVI |
Francia | 1182 | 1306 1321 1394 1396 | ||||
Provenza | 1430 | |||||
Gales | 1290 | |||||
Inglaterra | 1290 | |||||
Alemania | 1348 | 1510 1551 | ||||
Silesia | 1130 | 1494 | ||||
Austria | 1421 | |||||
España | 1492 | |||||
Cerdeña | 1492 | |||||
Sicilia | 1492 | |||||
Portugal | 1492 | |||||
Estados Pontificios | 1569 1599 | |||||
Túnez | 1535 | |||||
Ucrania | 1435 1495 | |||||
Crimea | 1016 | 1350 | ||||
Hungría | 1349 1360 |
Como consecuencia, en el siglo XVII casi no vivían judíos en la Europa occidental. La tolerante Polonia tenía la mayor población judía de Europa, pero la tranquilidad acabó tras la sublevación de los cosacos en 1648 y las guerras suecas de 1655.
Durante el Renacimiento y la Ilustración hubo cambios en la comunidad judía. La Haskalá fue paralela a la Ilustración, pues los judíos comenzaron en 1700 a hacer campaña para integrarse en la sociedad europea. La educación secular y científica se agregó a la instrucción religiosa tradicional y el interés por una identidad judía nacional, y comenzó un interés por el estudio de la historia judía y del hebreo. La Haskalá dio a luz tanto a movimientos reformistas como conservadores y plantó las semillas del sionismo al mismo tiempo que animaba a la asimilación cultural dentro de los países en los cuales residían los judíos.
Al mismo tiempo surgía el Judaísmo jasídico, predicado por el rabino Israel ben Eliezer, que reclamaba el seguimiento estricto de los preceptos de la Toráh. Estos dos movimientos, haskalá y jasidismo, formaron la base de las divisiones modernas dentro de la sociedad judía.
Mientras cambiaba el mundo interior en las comunidades judías, comenzaron las discusiones para aplicarles la desigualdad de derechos políticos. El primer país en hacerlo fue Rumania, durante la revolución de 1789. Incluso así se esperaba que los judíos se integraran, abandonando sus tradiciones. Esta ambivalencia se demuestra en el famoso discurso de Clermont-Tonnerre ante la Asamblea Nacional en 1789:
«Debemos rechazar contundentemente a los judíos como nación, y aceptarlos como individuos. Debemos retirar el reconocimiento de sus jueces: deben solamente tener nuestros jueces. Debemos rechazar la protección legal al mantenimiento de unas supuestas leyes judías; no se debe permitir que formen dentro del Estado un cuerpo político o una orden aparte. Deben ser ciudadanos individualmente. Pero, algunos me dirán, ellos no desean ser ciudadanos. ¡Fuera entonces! Si no desean ser ciudadanos, deben decirlo así, y entonces los desterraremos. Es repugnante tener dentro del Estado una asociación de no ciudadanos, una nación dentro de la nación»
Aunque todavía había persecuciones esporádicas, la emancipación se extendió a través de Europa, por la invitación de Napoleón a abandonar los guetos amparados en el Código Napoleónico. Antes de 1871 cada país europeo, excepto Rusia, había emancipado a sus ciudadanos judíos.
Teodor Herzl |
Al mismo tiempo, la migración judía a los Estados Unidos creó una nueva comunidad liberada de las restricciones existentes en Europa. Alrededor de 2 millones de judíos llegaron a EE UU entre 1890 y 1924, la mayoría desde Rusia y la Europa Oriental.
Aunque los judíos se integraron cada vez más en Europa, luchando con sus países de origen en la Primera Guerra Mundial y formando parte de los movimientos artísticos y culturales de los años 20 y 30, el antisemitismo racial permanecía. Alcanzó su forma más virulenta en la matanza de alrededor de seis millones de judíos durante el Holocausto, borrando una historia de 2000 años.
El 29 de noviembre de 1947 las Naciones Unidas aprueban la creación de un Estado judío y otro árabe en el Mandato Británico de Palestina, y el 14 de mayo de 1948 el Estado de Israel se declara independiente, representando la primera nación judía desde la destrución de Jerusalén. Andréi Gromyko, embajador de la URSS en la ONU, propone que Israel sea aceptado como miembro de pleno derecho. El pleno de la ONU lo aprueba.
El día siguiente, 15 de mayo de 1948, comienza la guerra árabe-israelí, al no aceptar los países árabes la declaración unilateral de Israel. Fue la primera de las subsecuentes guerras entre Israel y sus vecinos árabes, que han traído el éxodo de los palestinos y la persecución de los casi 900.000 judíos que vivían en países árabes.
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