miércoles, 16 de febrero de 2011

El cautiverio.


Cautiverio asirio de los israelitas del norte.

En el 853 a. EC. Salmanasar III de Asiria y posteriormente Sargón II en el 722 a. EC. conquistaron las diez tribus norteñas de Israel destruyendo su capital, Samaria, y enviando a la población al exilio y cautiverio. La mayoría de los habitantes, incluyendo la clase dirigente, fue deportada a otras tierras ocupadas por el imperio asirio y se trajeron gentes de esos lugares a Samaria. Así, dispersados entre otras naciones, asimilados en nuevas culturas, llegaron a perder su identidad original. Nunca volvieron, como pueblo, a la tierra de Israel, se les llamó las diez tribus perdidas.

Cautiverio babilónico de los judíos.

  • 605 a. EC.: primera diáspora. La “parte noble” del pueblo judío (entre ellos el profeta Daniel) se ve forzada a vivir en territorio imperial y bajo sus lineamientos.
  • 586 a. EC.: Babilonia conquista Judá (y su capital Jerusalén). Gran parte de la población, sobre todo la nobleza, fue deportada a Babilonia. A esto se refiere comúnmente la expresión Cautiverio de Babilonia.
Muchos consiguieron huir a Egipto, Siria, Mesopotamia, o Persia. El rey de Judá (ciego y sometido) conservaba su título nominal (Jer 52:31) y los hebreos “valiosos” eran ubicados en la administración imperial -en cargos importantes- (Dn 1:19; 2:49). No obstante, los judíos se sentían "esclavos" ya que quien impartía los dictámenes en relación a la vida, el ritual y culto era el monarca babilónico (Daniel 3:10; 37). Los judíos estaban cautivados… (Jer 50:33). Ya no podrían regir sus vidas pues las fuerzas imperiales los conducirían hacia la idolatría [forma de vida en la que se priorizaba el materialismo] (Je 52:30). Allí, en Babilonia, los judíos pasarían más de setenta años.

Etapa de dominio persa.

Siete decenios después, Dios transmitía al rey de Babilonia: “Tu imperio... será dado a los persas” (Dn 4:24; 5: 20-28).

  • 559 a. EC.: Ciro II el Grande se convirtió en rey de Persia, conquistando Babilonia en el 539 a. EC. El imperio persa gobernó Asia occidental, incluyendo a Israel, hasta el 333 a. EC.

Como la mayoría de los grandes emperadores de la Edad del Hierro, Ciro permitió a sus súbditos practicar su propia religión mientras incorporasen al rey en su adoración como un dios o semidios, o al menos le hiciesen ofrendas. Tomó la medida de acabar con el estatus de nación esclava, aunque la relación personal seguía siendo la de amo-esclavo. Estas reformas se reflejan en el cilindro de Ciro y en los libros bíblicos de I Crónicas y de Esdras, que indican que sacó a los israelitas de la servidumbre en Babilonia y les concedió permiso para volver a la tierra de Israel (aunque no les permitiría ser independientes).

Empieza la reconstrucción del Templo.

Ciro permitió que Sesbasar, príncipe de la tribu de Judá, y Zorobabel llevaran a los judíos de Babilonia a Jerusalén. Se les permitió volver con los objetos del Templo que los babilonios habían tomado, y comenzaron la construcción del segundo templo (Esdras 1 y ss., (Isaías) 44 y 45), que se concluirá en 525 a. EC. bajo la dirección espiritual de los profetas Ageo y Zacarías. En este tiempo Tierra Santa era una satrapía persa conocida como Yehud.

Los papiros de Elefantina (circa 450 - 419 a. EC.) de la colonia militar judía en Egipto demuestran que en este tiempo algunos judíos seguían siendo politeístas, y consideraban que Yahveh tenía como esposa a la diosa Anat.

En 445 a. EC. Artajerjes nombró virrey de Judá a Nehemías, que fortificó Jerusalén para defenderse del gobernador de Samaria. Los pocos miles de judíos retornados estaban despojados de las riquezas materiales. La vida se les tornaba difícil bajo el dominio persa. La reformada vida israelí fue conducida por los escribas judíos Nehemías (Nehemías 1-6) y Esdras; este último instituyó la sinagoga y sus servicios de rezos, y coronó la Toráh leyéndola en público ante la gran asamblea que instaló en Jerusalén. Comenzaba a renacer el impulso de comunidad religiosa, logrando que Dios volviera a estar en medio de ellos (Ageo 2:5,6,20)

Por su parte los samaritanos construyeron su propio Templo en el monte Garizim en 428 a. EC. (II Macabeos 6,2).



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