Por Mario Javier Saban (*) |
Cuando alguien entra en una iglesia y reza ante la imagen de Jesús, le está rezando a un judío. Cuando le reza a la Virgen María, le reza a una mujer judía... Y de este modo podemos seguir en una lista interminable de santos judíos fundadores del cristianismo: el judío Saul de Tarso o San Pablo, el judío Simón Bar Yona o San Pedro, el judío Jacobo Ben Zebedeo o Santiago el Mayor.
Los primeros cristianos fueron judíos. Cuando leemos los salmos estamos leyendo una obra judía, cuando leemos el libro de los proverbios estamos leyendo otra obra de la Biblia hebrea
¿Quiénes fueron los primeros en introducir en cristianismo en Europa? Dos judíos: Priscila y Aquila. Fue gracias a esta pareja de judíos romanos que se introdujo el cristianismo en Europa. No hay dudas de que las raíces de Europa son cristianas, pero debemos pensar en cuáles son las raíces a su vez del cristianismo, porque esas raíces son esencialmente judías.
Si no podemos comprender la construcción de Europa sin el cristianismo, menos aún podemos comprender el cristianismo sin el sustrato hebreo. Aún después de la aparición de su religión-hija, el judaísmo encontró elementos de supervivencia interna que le permitieron continuar su camino histórico.
Durante siglos los rabinos se encerraron a discutir todos los pasajes de la Biblia Hebrea construyendo con su esfuerzo y dedicación uno de los edificios más importantes de la historia humana: el Talmud, cuya fecha de cierre en el caso de Babilonia fue en el año 499. A su vez esta obra enciclopédica fue posteriormente estudiada por miles de sabios en el transcurso de los siglos. El judaísmo no basaba su estructura en un dogma sino en la apertura a la libre crítica de los textos. Se creó una mentalidad intelectual de especulación teológica y de crítica constante al texto de la Torá. Durante los siglos siguientes, los judíos formaron generaciones y generaciones de estudiosos. En el siglo X, Saadia Gaon en Babilonia había alcanzado el racionalismo filosófico, siete siglos antes de la Ilustración en Europa. Las obras de Gaon se difundieron por todo el continente. Rabi Moisés Ben Maimon (Maimónides) culminó el proceso de coordinación entre la fe hebrea y la razón e influyó directamente sobre Santo Tomás de Aquino.
Miles de alumnos comenzaron a llenar las escuelas de las juderías, en Girona, en Barcelona, en Zaragoza, en Toledo, en Tudela, en Tarragona, en Roma, en Livorno... toda Europa asistió a la construcción de centros de estudios judíos.
Pero fueron los últimos siglos los que vieron la explosión intelectual de los judíos europeos. El primer modelo de judío librepensador es, sin lugar a dudas, Spinoza (1632-1677). No podemos pensar la filosofía de Europa sin el pensamiento de Spinoza.
Pero es durante el siglo XVIII con la Ilustración y la emancipación de los judíos que Europa abrió sus puertas a todas las ramas del saber.
Los judíos ingresaron en las universidades y los antiguos estudiosos del Talmud y la Torá comenzaron a estudiar todas las áreas de interés humano. Este fenómeno histórico aún no ha sido debidamente estudiado. Algunas universidades comenzaron a limitar el número de judíos que ingresaban porque el porcentaje de éstos no era comparable con su tamaño demográfico. Europa se vio desbordada por sus judíos porque éstos deseaban participar en todos los campos del pensamiento.
La lista de judíos sin cuya participación Europa no podría ser comprendida es muy extensa y excede las posibilidades de este artículo. Desde Sigmund Freud hasta Walter Benjamin o Martin Buber. También Franz Kafka, Stefan Zweig, Albert Einstein, Raymond Aron, Jacques Derrida, Primo Levi, Max Aub, Karl Krauss, Edgard Morin, George Steiner, Ernst Bloch, Rosa Luxemburgo, Charles Chaplin, Theodor Adorno, Cecil Roth y miles y miles de anónimos intelectuales judíos que participaron en toda la cultura de Europa.
Si no podemos comprender la construcción de Europa sin el cristianismo, menos aún podemos comprender el cristianismo sin el sustrato hebreo. Aún después de la aparición de su religión-hija, el judaísmo encontró elementos de supervivencia interna que le permitieron continuar su camino histórico.
Durante siglos los rabinos se encerraron a discutir todos los pasajes de la Biblia Hebrea construyendo con su esfuerzo y dedicación uno de los edificios más importantes de la historia humana: el Talmud, cuya fecha de cierre en el caso de Babilonia fue en el año 499. A su vez esta obra enciclopédica fue posteriormente estudiada por miles de sabios en el transcurso de los siglos. El judaísmo no basaba su estructura en un dogma sino en la apertura a la libre crítica de los textos. Se creó una mentalidad intelectual de especulación teológica y de crítica constante al texto de la Torá. Durante los siglos siguientes, los judíos formaron generaciones y generaciones de estudiosos. En el siglo X, Saadia Gaon en Babilonia había alcanzado el racionalismo filosófico, siete siglos antes de la Ilustración en Europa. Las obras de Gaon se difundieron por todo el continente. Rabi Moisés Ben Maimon (Maimónides) culminó el proceso de coordinación entre la fe hebrea y la razón e influyó directamente sobre Santo Tomás de Aquino.
Miles de alumnos comenzaron a llenar las escuelas de las juderías, en Girona, en Barcelona, en Zaragoza, en Toledo, en Tudela, en Tarragona, en Roma, en Livorno... toda Europa asistió a la construcción de centros de estudios judíos.
Pero fueron los últimos siglos los que vieron la explosión intelectual de los judíos europeos. El primer modelo de judío librepensador es, sin lugar a dudas, Spinoza (1632-1677). No podemos pensar la filosofía de Europa sin el pensamiento de Spinoza.
Pero es durante el siglo XVIII con la Ilustración y la emancipación de los judíos que Europa abrió sus puertas a todas las ramas del saber.
Los judíos ingresaron en las universidades y los antiguos estudiosos del Talmud y la Torá comenzaron a estudiar todas las áreas de interés humano. Este fenómeno histórico aún no ha sido debidamente estudiado. Algunas universidades comenzaron a limitar el número de judíos que ingresaban porque el porcentaje de éstos no era comparable con su tamaño demográfico. Europa se vio desbordada por sus judíos porque éstos deseaban participar en todos los campos del pensamiento.
La lista de judíos sin cuya participación Europa no podría ser comprendida es muy extensa y excede las posibilidades de este artículo. Desde Sigmund Freud hasta Walter Benjamin o Martin Buber. También Franz Kafka, Stefan Zweig, Albert Einstein, Raymond Aron, Jacques Derrida, Primo Levi, Max Aub, Karl Krauss, Edgard Morin, George Steiner, Ernst Bloch, Rosa Luxemburgo, Charles Chaplin, Theodor Adorno, Cecil Roth y miles y miles de anónimos intelectuales judíos que participaron en toda la cultura de Europa.
Como dijo Juan Pablo II : “Los hebreos son nuestros hermanos mayores en la fe”.
Publicado en LA VANGUARDIA. 26/IX/2005, Pág. 26
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(*) Mario Saban es Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Desde hace más de 15 años se dedica a la investigación histórica y teológica sobre los orígenes judíos del cristianismo. (Ver biografía completa)
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